El discurso moral en los Estados Unidos ha caído a nuevos niveles y necesita ser abordado. En parte, como respuesta, el gobernador de Louisiana acaba de aprobar un enfoque equivocado: una ley que requiere que cada aula pública en el estado muestre los Diez Mandamientos.
El patrocinador republicano de la legislación argumenta que este texto bíblico “muestra cuál es el código moral por el que todos deberíamos vivir”.
Muchos de nosotros, criados en tradiciones judías, cristianas o islámicas, valoramos estos mandamientos, pero el enfoque de Louisiana no es la solución al problema.
Si los defensores de tales leyes en Louisiana y en otros lugares son serios acerca de querer mejorar la educación moral, necesitan tomar un enfoque diferente.
En primer lugar, la legislación de Louisiana viola la separación de la iglesia y el estado. Nuestros Padres Fundadores, después de una era de feroz persecución religiosa de protestantes, católicos y otros, lucharon por la libertad religiosa.
“Ningún hombre será obligado a frecuentar o apoyar ningún culto religioso… Ni sufrirá de otra manera por sus opiniones o creencias religiosas”, escribió Thomas Jefferson.
Hoy en día, muchos estadounidenses son budistas, hindúes, ateos, agnósticos o, cada vez más, “espirituales pero no religiosos”; y muchos desconfían de la religión organizada, dadas las recientes escándalos y abusos de poder.
Ellos pueden no querer un documento del Antiguo Testamento colgando en cada aula.
En segundo lugar, como país, nos enfrentamos a crecientes dilemas morales, como el cambio climático, el aborto, las vacunas, la inteligencia artificial y otros temas que los Diez Mandamientos no abordan.
En este momento, el destino de la ley de Louisiana es incierto. Sus defensores esperan que una demanda de los críticos llegue finalmente a la Corte Suprema de tendencia conservadora y que la ley sea confirmada.
Sin embargo, independientemente del resultado, la nueva ley ofrece una oportunidad crítica para reflexionar sobre cuestiones más amplias sobre cómo mejorar la educación moral en nuestro país y proporcionar una brújula moral para nuestros estudiantes. Aunque esta nueva ley perturba a muchos observadores, deberíamos verla como una rara oportunidad para considerar y potencialmente cambiar cómo y qué enseñamos.
Ofrece la oportunidad de contemplar seriamente cómo mejorar el discurso moral en las escuelas de formas que vayan más allá de enfoques estrechos y parroquiales, y examinar los desafíos muy reales que enfrentamos como nación.
Filósofos desde Aristóteles y Jean-Jacques Rousseau hasta psicólogos como Jean Piaget y Lawrence Kohlberg han descrito cómo la educación moral comienza con los jóvenes. La investigación ha demostrado cómo los niños aprenden valores temprano, y cómo la educación juega un papel importante en la promoción de la formación del carácter, la buena ciudadanía y los valores democráticos, incluido el respeto y el cuidado y la tolerancia hacia los demás.
Desafortunadamente, los maestros no siempre prestan la atención adecuada a estos temas y los estudiantes luego les dan baja prioridad.
Cuando los maestros abordan la educación moral, a menudo carecen de currículos apropiados para la edad. Los estudiantes de cuarto grado y duodécimo grado claramente difieren, y los instructores deben dirigir sus esfuerzos de manera apropiada a las capacidades de cada nivel de grado.
Además, los investigadores han destacado que la educación moral no solo debe impartirse a través de conferencias y lecturas de textos filosóficos o religiosos particulares, sino también a través del modelado de roles y discusiones de dilemas reales, con los estudiantes pensando y articulando argumentos.
Como parte de este enfoque, debemos enseñar habilidades de pensamiento crítico y enfatizar la importancia de analizar todos los hechos y principios relevantes y cualquier sesgo que podamos tener. En los debates sobre las controversias morales actuales, por ejemplo, varios políticos y expertos frecuentemente expresan un solo precepto ético, mientras ignoran otros. Un experto puede argumentar a favor de la libertad individual, por ejemplo, que las fábricas tienen derecho a quemar la cantidad de combustible fósil que deseen, o que las personas tienen derecho a rechazar todas las vacunas, ignorando los riesgos para el medio ambiente u otras personas, principios de justicia social y perspectivas alternativas.
Y debemos aplicar principios éticos que puedan abordar explícitamente nuestros desafíos morales contemporáneos. Los académicos generalmente piensan que los Diez Mandamientos fueron escritos por primera vez en un momento específico, probablemente hace 3,500 a 2,500 años, según la Biblia, por un miembro de una sola tribu de personas que habían estado vagando por el desierto durante 40 años.
Hoy, como parte de una población de aproximadamente 8 mil millones de personas, enfrentamos un mundo globalizado y tecnológicamente avanzado muy diferente. Los Diez Mandamientos abordan un conjunto relativamente estrecho de responsabilidades: hacia los padres, Dios y el sábado, y no matar, robar, dar falso testimonio, cometer adulterio o codiciar la casa o pertenencias de nuestro prójimo.
Esta lista es importante, pero ignora nuestras otras responsabilidades vitales, por ejemplo, hacia nuestro planeta, nuestra sociedad más amplia, la paz y los pobres.
Si queremos enseñar los Diez Mandamientos, tal vez como parte de un currículo más amplio, deberíamos considerar también pautas morales adicionales.
Aquí hay algunas que sugeriría:
Debes pensar en las generaciones futuras.
Debes respetar la Tierra, evitar contribuir al cambio climático y utilizar fuentes de energía alternativas.
Debes trabajar por la paz mundial.
Debes considerar el bien social mayor, no solo tu propio beneficio personal.
Debes considerar a los pobres y desfavorecidos (un mensaje predicado tanto por Buda como por Jesús).
Debes respetar a aquellos con quienes estás en desacuerdo.
Debes considerar todos los hechos y no solo seleccionarlos.
Debes considerar las implicaciones a largo plazo, no solo a corto plazo, de tus propias acciones.
Debes aceptar la responsabilidad de tus propias acciones y no solo culpar a otros.
Debes cuestionarte a ti mismo y pensar críticamente sobre tus puntos de vista.
Estas sugerencias pueden servir como punto de partida, como parte de una discusión más amplia entre educadores, formuladores de políticas y otros, sobre cómo enseñar mejor a nuestros estudiantes a actuar éticamente.
Dr. Robert Klitzman es profesor de psiquiatría y director del programa de maestría en Bioética en la Escuela de Estudios Profesionales de la Universidad de Columbia, y autor de “Doctor, Will You Pray for Me?: Medicine, Chaplains, and Healing the Whole Person”.
Esta historia sobre educación moral fue producida por The Hechinger Report, una organización de noticias sin fines de lucro e independiente centrada en la desigualdad y la innovación en la educación. Regístrese para recibir el boletín semanal de Hechinger.
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