Reseña del álbum: Chrysta Bell & David Lynch, ‘Recuerdos de Celofán’

Los Recuerdos de Celófano, la última colaboración musical de David Lynch con la cantante nacida en Texas Chrystabell, flota en una neblina. Incluso si no estás muy familiarizado con el trabajo de Lynch o con toda la estética con la que se ha asociado el apellido del cineasta (y a menudo mal utilizada), el título del álbum sugiere la naturaleza ligeramente nostálgica de su música, que está obsesionada con los sueños, la memoria y la ambientación sugerente más que con cualquier tipo de misterio resoluble. Chrystabell – quien ha colaborado frecuentemente con Lynch desde que contribuyó a la banda sonora de Inland Empire y interpretó a la agente del FBI Tammy Preston en Twin Peaks: The Return – lo ha comparado con “música de ambiente”, pero aclaró: “no es que cree ambiente, sino más bien que refleja el tuyo”. Sales de él sin estar seguro de lo que ha pasado pero hipnotizado de todos modos, y si cumple su propósito, con una mayor conciencia de tu entorno y tu espacio mental.

El primer álbum de Lynch y Chrystabell juntos, This Train de 2011, fue una oferta bastante convencional pero fascinante en un subgénero que Lynch – con su producción junto a su colaborador frecuente Angelo Badalamenti en el álbum de 1989 de Julee Cruise Floating Into the Night – ayudó a establecer. En contraste, el dreampop de Cellophane Memories es más esparcido, en su mayoría sin ritmo, y más experimental – más sueño, menos pop, esencialmente – como si se expandiera con el paso del tiempo. Aun así, el íntimo baile entre los sintetizadores áereos de Lynch y las vócals ángélicas de Chrystabell sigue siendo intrigante; la producción tiene una manera de difuminar hermosamente el elemento melancólico y confesional del trabajo anterior de Chrystabell sin eclipsar su poder. Flotando sobre las capas superpuestas, cosidas y invertidas de su voz, los fragmentos se convierten en el foco, se difuminan los límites, y lo mundano se filtra en lo sobrenatural. Si solo hubiera una palabra para eso.

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En ocasiones, los arreglos son un poco demasiado amorfos para mantenerte enganchado en el torbellino de todo. Pero son tiernos, vulnerables y, si nada más, con un ritmo cínico. En ‘The Sky Falls’, los sintetizadores de Lynch suavizan la resignación frágil de las palabras de Chrystabell, apenas descifrables excepto cuando mencionan la muerte, en algo etéreo en lugar de sombrío. Cuando él cambia a una guitarra twangy, empapada en reverberación, tiene un efecto extrañamente reconfortante, arrojando luz sobre los detalles expositivos de ‘You Know the Rest’ y haciendo que la sensualidad de ‘Two Lovers Kiss’ sea aún más palpable. Pero el disco es más expansivo cuando incluye contribuciones del fallecido Badalamenti, cuyos épicos sintetizadores intensifican el maravilloso (y decididamente no erótico) romanticismo de ‘So Much Love’, así como del compositor Dean Hurley, cuyo bajo y batería convierten ‘The Answers to the Questions’ no sólo en un destacado ominosamente tambaleante, sino en la pieza central indiscutible.

Se dice que Cellophane Memories llegó a Lynch en una visión durante un paseo nocturno por un bosque, donde una luz brillante se hizo visible sobre las copas de los árboles altos. Esa visión se manifiesta en el punto álgido de ‘Reflections in a Blade’, llevando al clímax de la acción, que apenas puedes descifrar si te esfuerzas lo suficiente: “La oscuridad no la ocultaría por mucho tiempo/ Respiró hondo y corrió/ Corrió tan rápido como pudo hacia la parte trasera de la casa/ La luz de la linterna bailando como una hoja de cuchillo brillante.” No debería ser ninguna sorpresa que resulte ser un sueño, aunque lo suficientemente vivo y violento como para dejarte cuestionando la realidad a su alrededor. “Ella pensó que tenían un vínculo/ Un vínculo inquebrantable/ ¿Pero era demasiado bueno para ser verdad?” se pregunta Chrystabell, en una ola de profunda lucidez, en ‘The Answers to the Questions’. Pero una vez que se despierta de ese sueño, queda impresionada por una conexión que trasciende a dos seres humanos; la última canción se llama ‘Sublime Eternal Love’. Si se podría llamar al final lynchiano es tema de debate. Pero es la suave belleza, no la ambigüedad o rareza, lo que anima a este álbum colaborativo, resonando a través del silencio que deja a su paso.

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