Ricaurte Vásquez Morales es un hombre obsesionado con el agua. Una aplicación en su teléfono muestra el nivel fluctuante del Lago Gatún, el embalse artificial que es el centro del sistema del Canal de Panamá. Lo revisa constantemente, de la misma manera en que un adicto a las apuestas monitorea los puntajes de fútbol. Mantiene un ojo vigilante en el clima.
“Amo un día lluvioso”, dijo.
El Sr. Vásquez Morales es el administrador del Canal de Panamá, que es tanto el corazón económico de su nación istmeña como una arteria central para el comercio global. Más de la mitad del cargamento de contenedores que se mueve entre Asia y la costa este de Estados Unidos pasa por el atajo tallado en la selva centroamericana: el conector entre los océanos Atlántico y Pacífico.
El año pasado, una sequía llevó el lago a niveles críticos, lo que llevó a las autoridades del canal a limitar el tráfico. En el peor momento, en diciembre, solo se permitía que pasaran 22 barcos al día por el canal, frente a los habituales 36 a 38. Más de 160 barcos estaban varados en ambos extremos.
Las lluvias que comenzaron en mayo han permitido la eliminación de la mayoría de las restricciones, y en las últimas semanas, en promedio, 35 barcos han realizado el viaje. Pero las autoridades del canal saben que esto es simplemente un respiro en una nueva era influenciada por el cambio climático y los frecuentes períodos de El Niño, cuando las temperaturas oceánicas aumentan y la lluvia disminuye. Están obsesionados con expandir el almacenamiento de agua.
Una represa proyectada para el Río Indio, un río serpenteante al suroeste del Lago Gatún, crearía otro embalse que podría usarse para reponer el canal durante las sequías. El proyecto también inundaría los hogares de 2.000 personas predominantemente pobres que necesitarían ser reubicadas y correrían el riesgo de perder sus medios de subsistencia.
El Canal de Panamá es un componente de un sistema de comercio global que lucha por adaptarse a una compleja mezcla de cambios ambientales, geopolíticos y económicos.