El gobierno federal no ha financiado completamente la educación especial en décadas, dejando la mayor parte de los costos a los distritos escolares y al estado. Alison Yin/EdSource
Cuando Erica Mazariegos escuchó que un número alarmante de puestos de docentes de educación especial permanecen vacantes, no se sorprendió. Con más de 27 años como educadora especial, Mazariegos es dedicada y apasionada, pero dice “el estrés de los últimos años me ha llevado a cuestionar mi capacidad para seguir adelante. Llegará un punto en el que tendré que priorizar mi salud sobre mi carrera”.
Al igual que Erica, los docentes de educación especial en las escuelas públicas de EE. UU. han expresado sus preocupaciones sobre las condiciones de trabajo después de la pandemia, particularmente la escasez de recursos y apoyo del personal. Las tasas de desgaste entre los docentes de educación especial aumentaron después de Covid-19, y los educadores han soportado niveles elevados de estrés laboral, lo que ha llevado a un número creciente de ellos a abandonar la profesión.
Esta salida ha dejado a las escuelas luchando con una grave escasez de docentes. Según el Centro Nacional de Estadísticas Educativas, el 45% de las escuelas informaron de puestos sin cubrir en roles de educación especial, con un 78% citando dificultades para contratar personal de educación especial para el año escolar actual. La situación en California refleja de cerca las escaseces nacionales, con el Instituto de Política de Aprendizaje describiendo la escasez de docentes en California como un “incendio de cinco alarmas”.
El estrés experimentado por los educadores especiales no solo está profundamente arraigado en la naturaleza inherente de sus roles, sino también en las percepciones que los rodean. Un factor clave que contribuye es la idealización de los docentes de educación especial por parte de las escuelas, a menudo retratándolos como individuos extraordinarios que se caracterizan por ser cariñosos y sacrificados, dispuestos a priorizar el bienestar de sus estudiantes sobre el suyo propio. Es común escuchar a los docentes de educación general expresar sentimientos como “yo nunca podría hacer lo que tú haces”. Esta representación crea expectativas poco realistas para los educadores especiales, sumándose a las fuentes sistémicas de estrés, que incluyen una asignación desigual de recursos y escasez de personal de apoyo adecuadamente capacitado.
Padma Vajhala, una docente de educación especial al comienzo de su carrera con dos años de experiencia, destaca muchos factores estresantes en su trabajo, como las reuniones del programa de educación individualizada, la realización de controles de documentación, la navegación de incertidumbres sobre el consentimiento parental, el encuentro con racismo sutil en las escuelas, y la adhesión a la misión central de la educación especial: la enseñanza diferenciada para cada estudiante. Pero, subraya que estos factores estresantes se ven opacados por la principal fuente de estrés: la gestión diaria de comportamientos desafiantes exhibidos por sus estudiantes en clase sin suficiente apoyo del personal. Señala que su estrés afecta a los estudiantes al obstaculizar la instrucción efectiva, la gestión del aula y la modelización de habilidades socioemocionales. Los docentes estresados son más propensos a reaccionar de manera impredecible y emplear estrategias ineficaces de manejo del comportamiento.
Si bien sigue siendo crucial abordar las causas sistémicas de estrés como la falta de apoyo del personal en el aula, las escuelas deben implementar programas dedicados a enseñar estrategias de autocuidado y asignar recursos para apoyar la salud mental y el bienestar general de estos educadores. Estas iniciativas deben involucrar programas de desarrollo profesional que prioricen el bienestar físico, abarcando el ejercicio, las elecciones dietéticas y el sueño, para mantener los niveles de energía y mejorar la resistencia emocional.
Además, es imperativo equipar a los educadores especiales con entrenamiento en habilidades de aprendizaje socioemocional. Este entrenamiento debe cubrir el establecimiento de límites claros entre su vida profesional y personal, prácticas de mindfulness, participación en yoga y aprendizaje de técnicas de relajación. Adquirir estas habilidades puede reducir significativamente los niveles de estrés entre los educadores especiales al mismo tiempo que proporciona modelos a seguir positivos para los estudiantes que también están aprendiendo estas habilidades en sus clases.
Es fundamental que los docentes de educación especial creen comunidades de práctica de forma informal con sus colegas basadas en intereses compartidos, facilitando conexiones con colegas, mentores y terapeutas para buscar orientación y compartir sus experiencias. Además, estas comunidades de práctica pueden aprovechar prácticas de autorreflexión para reconocer y manejar los factores estresantes de manera efectiva.
Un enfoque notable es el diario visual reflexivo, un proceso creativo que entrelaza la reflexión escrita con imágenes, dibujos y otros elementos visuales. Esta práctica ha demostrado una considerable efectividad en la detección temprana de indicadores de agotamiento, identificando desencadenantes y ayudando a las personas a navegar y hacer frente al estrés. Zachary McNiece, profesor asistente de educación de consejeros en la Universidad Estatal de San José, enfatiza la importancia del diario visual, afirmando: “En el mundo post-Covid de hoy, mientras los docentes actúan como defensores de la salud mental en primera línea, pueden experimentar los efectos secundarios del trauma que han enfrentado sus estudiantes en los últimos años; el diario visual crea un medio para que los docentes se detengan, permitan espacio para sus sentimientos y reacciones, y dejen ir el residuo emocional de la exposición al trauma secundario, para que puedan mejorar su bienestar y apoyar a sus estudiantes”. Estas prácticas autorreflexivas también se pueden incorporar a los programas de preparación de docentes para apoyar a los nuevos docentes de educación especial.
Prevenir el agotamiento en la educación especial no puede ser únicamente una responsabilidad individual; requiere colaboración de las escuelas, los distritos y los responsables de políticas. Los educadores especiales son fundamentales para fomentar un sistema educativo inclusivo y equitativo.
Es esencial que las escuelas prioricen el bienestar de los educadores especiales apoyando e implementando estrategias de autocuidado dirigidas para mantener su pasión y dedicación. Este enfoque no solo protege la salud mental y emocional de los educadores, sino que también enriquece la experiencia educativa para los estudiantes con discapacidades, contribuyendo en última instancia al desarrollo de una sociedad más fuerte y compasiva. ●●●
Sudha Krishnan es profesora asistente en el departamento de educación especial de la Facultad de Educación Lurie de la Universidad Estatal de San José, y es Becaria de Voz Pública con el Proyecto OpEd.
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