En Líbano, más de un millón de personas fueron desplazadas, principalmente de áreas de musulmanes chiítas en el sur, el valle oriental de Bekka y Dahieh en Beirut, que están controladas esencialmente por Hezbollah, la poderosa milicia y partido político apoyado por Irán. Empezaron a regresar a pesar de las advertencias de las autoridades israelíes y libanesas de que aún no era seguro hacerlo. “No importa si la casa todavía está intacta o no, lo importante es que estamos regresando, gracias a la sangre de nuestro mártir, Nasrallah”, dijo Fatma Balhas, quien se dirigía hacia la ciudad de Seddiqine. Los medios aliados de Hezbollah también dijeron que esto era una señal de que el grupo había sido victorioso en la guerra. Cerca de Sidón, la primera gran ciudad en la costa sur de Beirut, los autos circulaban en la calzada opuesta, mientras se formaba un embotellamiento justo afuera de un puesto de control militar. Los soldados repartían folletos diciéndole a la gente que no tocara municiones sin explotar. “No te acerques, no lo toques, repórtalo inmediatamente”. A medida que caía la noche del miércoles, la tregua parecía mantenerse, con el jefe de la ONU, Antonio Guterres, describiéndola como “el primer rayo de esperanza de paz en medio de la oscuridad de los últimos meses”. La guerra ha devastado este país, y la recuperación será larga y difícil. Y lo que sucederá con Hezbollah no está claro. El grupo ha sido disminuido, pero aún disfruta de un apoyo significativo. Para Líbano, esto significa que la crisis no ha terminado.