Antes de que las respuestas a las preguntas de la vida quepan en nuestro bolsillo, solíamos tener que girar un dial. Si teníamos suerte, Phil Donahue estaría listo para guiarnos hacia la iluminación. En un golpe de buena fortuna de lujo, la Dra. Ruth Westheimer podría haber pasado para ser la iluminación. Él era el motor de búsqueda. Ella era un resultado confiable.
Donahue era periodista. Su foro era el programa de entrevistas, pero con una nueva cepa en la que la atracción principal evitaba a las celebridades. La gente, de todo tipo, se alineaba para presenciar a otras personas siendo humanas, experimentar el radical conducto de Donahue de educación, identificación, curiosidad, sorpresa, asombro, indignación, sorpresa y debate, todo visible en el televisual jackpot del programa: tomas de nosotros, reaccionando, asimilando todo, asintiendo, jadeando. Cuando una celebridad llegaba al escenario de “Donahue” – Bill Clinton, por ejemplo, La Toya Jackson, los Judds – se esperaba que también fueran humanos, que fueran responsables de su propia humanidad. Desde 1967 hasta 1996, durante más de 6,000 episodios, nos permitió ser responsables de nosotros mismos.