La restauración duró más de un año y en ese tiempo la catedral se convirtió en una especie de obra en construcción, con un laberinto de andamios instalados en el altar y el transepto.
Expertos locales del Ministerio de Cultura italiano lideraron una serie de intervenciones, comenzando con la eliminación de una gruesa capa de polvo que se había acumulado en los mosaicos a lo largo de los años.
Luego repararon algunas de las baldosas que habían perdido su esmalte y pan de oro, haciéndolas parecer manchas negras desde abajo.
Finalmente, intervinieron en las áreas donde las baldosas se estaban despegando de la pared y las aseguraron.
Trabajar en los mosaicos fue un desafío y una gran responsabilidad, dice el Padre Nicola Gaglio.
Ha sido sacerdote aquí durante 17 años y ha seguido de cerca la restauración, no muy diferente a un padre aprensivo.
“El equipo abordó este trabajo casi de puntillas”, me dice.
“A veces, hubo algunos problemas imprevistos y tuvieron que detener las operaciones mientras encontraban una solución.
“Por ejemplo, cuando llegaron al techo, se dieron cuenta de que en el pasado había estado cubierto con una capa de barniz que se había vuelto amarillenta. Tuvieron que pelarlo, literalmente, como si fuera papel film”.