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Las acciones de US Steel nunca alcanzaron los $55 que Nippon Steel ofreció para adquirir la compañía en diciembre de 2023, en una fusión transfronteriza que levantó ampollas entre políticos y trabajadores del acero por igual. Esta semana estaban cotizando alrededor de $32. Así que, en cierto sentido, la decisión del presidente saliente Joe Biden de frenar el acuerdo por motivos de seguridad nacional ya es noticia antigua.
Pero también hay algo nuevo: una carrera por entender las reglas del juego para fusiones y adquisiciones. Muchos asesores corporativos esperaban que 2025 fuera una fiesta relativa, ayudada por la presidencia más favorable a los negocios de Donald Trump. La realidad puede ser más complicada.
Hasta ahora, las indicaciones son que ser grande ya no es necesariamente malo. La administración Biden no había ocultado su escepticismo hacia empresas dominantes en su campo, como Amazon. La burocracia abundaba: en los últimos años, los acuerdos en EE. UU. por más de $10 mil millones han tardado el doble en cerrarse que hace una década, según Goldman Sachs.
El mandato de Trump podría ver un retroceso a una forma más simple de ver la competencia desleal, centrada en nociones tradicionales de bienestar del consumidor, y prestando menos atención a cosas como la competencia por empleados o el impacto en otras partes interesadas. El director de Bank of America, Brian Moynihan, y el jefe de Goldman Sachs, David Solomon, han predicho un mercado más amable para fusiones y adquisiciones en 2025 gracias al nuevo ocupante de la Casa Blanca.
Pero si el poder de mercado no es necesariamente un impedimento, la extranjería aún podría serlo. Tanto Biden como Trump se opusieron a la adquisición de US Steel por parte de Nippon. No está claro que fuera racional: la empresa japonesa había ofrecido todo tipo de concesiones, incluyendo casi $100 millones en bonos para los empleados estadounidenses y mantener la sede de la compañía en Pittsburgh. La vida no es divertida para un fabricante de acero a pequeña escala.
Si Trump desconfía de las adquisiciones con compradores extranjeros, tal lógica es poco probable que se aplique al panorama nacional. Poner a América primero es difícil de hacer sin fomentar o mantener compañías gigantes como Alphabet, matriz de Google, el fabricante de chips Nvidia o el mega banco JPMorgan que pueden hacerle sombra a los rivales extranjeros. A su vez, es difícil hacerlo manteniendo una visión adversarial del agrandamiento corporativo doméstico.
Una prueba clave será el sector tecnológico. Los cambios de personal en los reguladores principales —como la académica belicosa Lina Khan fuera como jefa de la Comisión Federal de Comercio, por ejemplo— sugieren un enfoque más suave pero no dócil. Pronto, las nuevas escobas podrían ser puestas a prueba: los llamados Siete Magníficos, que incluyen a Apple, Microsoft y al propietario de Facebook, Meta Platforms, tienen $530 mil millones de efectivo quemando un agujero en sus balances.
Mientras tanto, US Steel podría ser una prueba de lo que sucede con los perdedores. El rival nacional Cleveland-Cliffs había expresado previamente interés en una solución de fusiones y adquisiciones domésticas. Trump ha sugerido que puede proteger a la empresa de otras maneras, utilizando aranceles e impuestos —intervenciones que hacen que el cálculo de fusiones sea aún más complicado. Hacer tratos puede volverse más frecuente en 2025 pero no necesariamente más simple.