Esta riqueza mineral ha sido saqueada por grupos extranjeros desde la época colonial y es una de las principales razones por las que la región ha sido plagada de inestabilidad durante los últimos 30 años. Los grupos de milicias controlan muchas de las minas en el este de la República Democrática del Congo y sus líderes se enriquecen vendiéndola a intermediarios. Purusi dijo que algunos de estos traficantes de metales preciosos disfrutaban de buenas relaciones con personas influyentes en la capital, Kinshasa, y por eso la misión para llevar a cabo estos últimos arrestos tuvo que mantenerse en secreto. Dijo que habían actuado siguiendo una pista y que el oro y el dinero solo se encontraron después de una búsqueda meticulosa del vehículo en la zona de Walungu, no lejos de la frontera con Ruanda. No dijo exactamente cuánto oro se había incautado. El mes pasado, el gobernador dijo a los periodistas que se sorprendió al saber que 17 ciudadanos chinos, que habían sido arrestados por presuntas actividades en una mina de oro ilegal, fueron liberados y se les permitió regresar a China. Dijo que esto socavaba los esfuerzos por limpiar el sector mineral notoriamente turbio de la República Democrática del Congo. Según la agencia de noticias Reuters, debían $10 millones en impuestos y multas al gobierno. La embajada china no ha comentado sobre las acusaciones. Los arrestos se producen mientras continúan los enfrentamientos en la vecina provincia de Kivu del Norte, donde un grupo rebelde respaldado por Ruanda ha capturado grandes áreas de territorio. El mes pasado, la República Democrática del Congo dijo que estaba demandando a Apple por el uso de “minerales de sangre”, lo que llevó a la empresa tecnológica a decir que había dejado de recibir suministros tanto de la República Democrática del Congo como de Ruanda. Ruanda ha negado ser un conducto para la exportación de minerales ilegales de la República Democrática del Congo. En su demanda, los abogados que actúan en nombre del gobierno congoleño alegaron que los minerales extraídos de áreas en conflicto luego se “lavan a través de cadenas de suministro internacionales”. “Estas actividades han alimentado un ciclo de violencia y conflicto al financiar milicias y grupos terroristas y han contribuido al trabajo infantil forzado y a la devastación ambiental”, dijeron.