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Hay una razón por la cual las tasas de natalidad son cada vez más prominentes en el discurso y la formulación de políticas hoy en día. El envejecimiento y la disminución de la población es una de las fuerzas más poderosas en el mundo, dando forma a todo, desde la economía hasta la política y el medio ambiente.
Pero una debilidad en el debate, quizás incluso el término “tasas de natalidad” en sí, es que implica que el objetivo es el mismo hoy que en el pasado: encontrar formas de alentar a las parejas a tener más hijos. Un análisis más detallado de los datos sugiere un nuevo desafío.
Tomemos como ejemplo a los Estados Unidos. Entre 1960 y 1980, el número promedio de hijos nacidos de una mujer se redujo a la mitad, de casi cuatro a dos, incluso cuando la proporción de mujeres en parejas casadas apenas disminuyó ligeramente. Todavía había muchas parejas en relaciones felices y estables. Simplemente optaban por tener familias más pequeñas.
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Pero en los últimos años, la mayor parte de la disminución no proviene de las decisiones tomadas por las parejas, sino de una marcada disminución en el número de parejas. Si las tasas de matrimonio y convivencia en los EE. UU. hubieran permanecido constantes en la última década, la tasa de fertilidad total de América sería más alta hoy de lo que era entonces.
La historia demográfica central de los tiempos modernos no es solo la disminución de las tasas de natalidad, sino el aumento de las tasas de soltería: un cambio mucho más fundamental en la naturaleza de las sociedades modernas.
Las relaciones no solo se están volviendo menos comunes, sino cada vez más frágiles. En la igualitaria Finlandia, ahora es más común que las parejas que se mudan juntas se separen que tengan un hijo, una inversión marcada de la norma histórica.
Cuando se visualiza como un aumento en parejas Dinks felices y sin hijos (parejas con doble ingreso y sin hijos), las tendencias sociales que acompañan la disminución de las tasas de natalidad parecen benignas.
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Pero el aumento de la soltería y la disolución de las relaciones es una historia menos optimista, especialmente considerando que la caída en la formación de relaciones es más pronunciada entre los más pobres. Por supuesto, muchas personas están felices siendo solteras. La libertad de elegir cómo pasar la vida y con quién (o sin él) debe ser celebrada. Pero los datos más amplios sobre la soledad y las frustraciones en el ámbito de las citas sugieren que no todo está bien.
La tendencia es global. Desde los EE. UU., Finlandia y Corea del Sur hasta Turquía, Túnez y Tailandia, la disminución de las tasas de natalidad está cada vez más relacionada con una recesión en las relaciones entre adultos jóvenes. Los bonos por bebés ponen el carro delante del caballo cuando una parte creciente de la población no tiene pareja. Incluso en partes de África subsahariana, pueden estar ocurriendo tendencias similares.
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¿Por qué una disminución casi mundial, y por qué ahora? El hecho de que esto esté sucediendo casi en todas partes al mismo tiempo apunta más a cambios generales que actúan a través de las fronteras que a factores específicos de cada país.
La proliferación de teléfonos inteligentes y redes sociales ha sido un golpe exógeno. Las diferencias geográficas en el aumento de la soltería siguen en gran medida el uso de Internet móvil, especialmente entre las mujeres, cuyo cálculo en la evaluación de posibles parejas está cambiando. Esto es consistente con investigaciones que muestran que las redes sociales facilitan la difusión de valores liberales (notablemente solo entre mujeres) y fortalecen el empoderamiento femenino.
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La disminución en la formación de parejas es más pronunciada en Europa extremadamente digitalizada, Asia oriental y América Latina, seguida por el Medio Oriente y luego África. La soltería sigue siendo rara en el sur de Asia, donde el acceso de las mujeres a la web es más limitado.
Esto no significa exagerar el papel de las redes sociales. Otras diferencias culturales entre países y regiones median tanto la difusión de ideales liberales como la capacidad de las personas para actuar en consecuencia. Los sistemas de castas y de honor fomentan altas tasas de matrimonio, independientemente del acceso a los medios, y la educación, ingresos y empleo femeninos difieren notablemente entre regiones.
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Pero si bien los mecanismos específicos están en debate, la proliferación de la soltería y su papel en la disminución de las tasas de natalidad muestra que, si bien los incentivos financieros y otros ajustes políticos pueden impulsar las tasas de natalidad, están luchando contra fuerzas socioculturales mucho más fuertes.
Las políticas destinadas a facilitar la formación de relaciones pueden ser más efectivas que aquellas dirigidas a ayudar a las parejas a tener hijos.
Un mundo de creciente soltería no es necesariamente mejor ni peor que uno lleno de parejas y familias, pero es fundamentalmente diferente a lo que ha sucedido antes, con importantes implicaciones sociales, económicas y políticas. Nos enfrentamos a un dilema: ¿es esto lo que realmente quieren las personas? Si no, ¿qué necesita cambiar?
[email protected], @jburnmurdoch
Fuentes de datos y metodología
Fuentes de datos: las tasas de relaciones de convivencia en todo el mundo se calcularon utilizando datos de encuestas socioeconómicas de hogares obtenidos a través de la Organización Internacional del Trabajo, el Barómetro Árabe, los Programas de Encuestas Demográficas y de Salud y directamente de las agencias de estadística nacionales.
Métodos: El cambio en la tasa de fertilidad total de EE. UU. se descompuso utilizando un análisis contrafáctico que mantenía constantes las tasas de estado civil (con categorías separadas para parejas casadas y convivientes) y las tasas de fertilidad específicas por edad dentro de cada estado civil. Esto separa el papel de la disminución de las tasas de formación de relaciones de la disminución de las tasas de natalidad dentro de las relaciones.
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