En octubre, viajamos a la Provincia de Cabo Delgado en el norte de Mozambique para entender cómo los terroristas que afirman tener una afiliación con el Estado Islámico han logrado establecerse y causar estragos tanto en musulmanes como en cristianos. Funcionarios de la región y de Occidente dicen estar profundamente preocupados de que si la filial del Estado Islámico conocida como ISIS-Mozambique no es contenida, entonces la red del Estado Islámico, que ha estado ganando terreno en partes de África, podría convertirse en una amenaza global más grande. Lo que los lugareños llaman “la guerra” ha privado a la región de lo que era una vida en gran parte pacífica dedicada a la pesca y la agricultura. Casi 6,000 personas han muerto y hasta la mitad de los 2.3 millones de habitantes de la provincia han sido desplazados. Encontrar alimentos y refugio se ha convertido en una lucha diaria en una provincia rica en recursos naturales como rubíes, gas y madera. Desde nuestra visita, el país se ha vuelto aún más tenso. Después de una elección presidencial disputada, Mozambique ha sido envuelto en la peor violencia relacionada con las elecciones desde que una larga guerra civil terminó en 1992. Decenas de miles de personas han salido a las calles en todo el país para protestar por un resultado que muchos creen que fue amañado por el partido gobernante, Frelimo. Casi 300 personas han muerto durante las protestas, según Decide Electoral Platform, una organización de la sociedad civil. Además, las provincias de Cabo Delgado y Nampula al sur recibieron un duro golpe del Ciclón Chido a mediados de diciembre, matando a tantas como 120 personas, desplazando a decenas de miles y dejando a muchos sin alimentos y agua limpia. No hay duda de que la insurgencia está en su punto más débil, dicen diplomáticos y analistas de seguridad, reduciéndose a unos cientos de combatientes de varios miles. Eso se debe principalmente a que las tropas internacionales, lideradas por el ejército ruandés, han asumido la responsabilidad ante las fuerzas armadas de Mozambique, mal equipadas y mal entrenadas. Sin embargo, los insurgentes ahora se han dividido en pequeños grupos dispersos por los densos bosques de una provincia aproximadamente del tamaño de Austria, convirtiendo el conflicto en un juego de Whac-a-Mole, dijeron expertos en seguridad. Los ataques son más pequeños que en el pasado. Pero fueron más frecuentes en 2024 que en 2023 y se han extendido a áreas previamente no afectadas. “El gobierno está haciendo lo mejor que puede”, dijo Valige Tauabo, el gobernador de la provincia, en una entrevista.
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