Por todas estas razones, ahora se ve como la mejor oportunidad en meses para cerrar las brechas entre Israel y Hamas y poner fin a la guerra. Lo que no ha cambiado en los ocho meses desde que negociaron por última vez son las brechas entre ellos. Entre ellas, destaca un conflicto directo entre la principal preocupación de Hamas, que quiere poner fin a la guerra, y la de Israel, que quiere mantener abierta la puerta para reanudar el conflicto, ya sea por razones políticas o militares. El acuerdo, como lo describió el presidente Joe Biden en mayo, se divide en tres fases, con un alto el fuego permanente que solo entrará en vigor en la segunda fase. El éxito ahora probablemente dependerá de si se pueden encontrar garantías para calmar los temores de Hamas de que Israel se retirará del acuerdo después de la primera fase de liberación de rehenes. Las preguntas sobre cómo administrar el territorio del que Israel se retire también están poco claras en esta etapa. Pero la red de diplomacia que cruza la región durante la última semana, y el hecho de que Netanyahu ha enviado a los jefes de las agencias de seguridad de Israel a las conversaciones en Doha, junto con un asesor político clave, son signos alentadores. También es alentador la partida hacia Doha del coordinador de detenidos palestinos, Qadoura Fares. El acuerdo aún no está cerrado, y las conversaciones se han desmoronado antes. Este viejo acuerdo está alimentando nuevas esperanzas en parte porque las negociaciones se están llevando a cabo en un nuevo contexto regional, con crecientes presiones tanto internas como de aliados clave en el extranjero.