Desde el pinball hasta el pachinko, los seres humanos han pasado miles de millones de horas fascinados por los caprichosos efectos de la física en una bola metálica. Es un pasatiempo que, en Ballionaire, quizás haya alcanzado su cenit. La premisa es infantilmente simple: dejar caer una bola en una carrera en forma de pirámide, luego observar, impotente, cómo tintinea hacia el desagüe en la parte inferior. En su camino, la bola rebotará en cualquier clavija y parachoques que encuentre en su camino, desencadenando sus efectos especiales y acumulando gradualmente puntos basados en dólares a lo largo de su sinuoso viaje.
Algunos de los parachoques, que están representados de manera colorida como personajes antropomórficos, tienen cualidades directas. Pueden agregar un poco de efectivo al bote, o generar una segunda bola. Otros son más complicados, invirtiendo la gravedad o teleportando la bola a otro lugar. Al principio, el tablero está mayormente vacío, pero después de cada lanzamiento tienes la oportunidad de agregar estratégicamente uno de los tres nuevos parachoques al diseño, aumentando así la cantidad de puntos que puedes anotar en tu próximo lanzamiento.
Aquí radica el desafío: tienes cinco intentos para acumular un bote de efectivo que cumpla o supere el objetivo financiero del nivel. Si no alcanzas este objetivo, se acaba el juego. Si cumples con el desafío, el próximo objetivo aumenta exponencialmente. Pronto necesitarás ganar decenas de miles de dólares virtuales por bola, totalmente a través de la disposición estratégica de parachoques y la suerte del rebote. Lo que comienza como un juego de mesa bastante pedestre estilo bagatela pronto se convierte en un carnaval de efectos pirotécnicos mientras una fuente de monedas y bolas cae por la carrera, provocando deslumbrantes reacciones en cadena.
Hay una alegría simple en ver cómo tu puntuación se acumula a través de multiplicadores extravagantes, y aunque el aspecto físico del juego es completamente pasivo, hay todo un mundo de estrategia por explorar para descubrir la disposición más beneficiosa de parachoques en los 55 espacios del tablero. Un desafío engañosamente simple y adictivo, entonces, para comenzar el año.