Después del final de la Guerra Fría, el gasto militar europeo contaba una historia de estabilidad y optimismo. El dinero fluía lejos de los tanques y submarinos y en cambio iba a hospitales y pensiones. Pero esa era ha terminado. Con una guerra terrestre a gran escala en Ucrania y un presidente estadounidense aislacionista de vuelta en la Casa Blanca, los líderes europeos han llegado a una conclusión clara: deben gastar más en sus militares. Décadas de recortes han dejado a los ejércitos de Europa desprevenidos para lo que pueda venir. Con equipos obsoletos y fuerzas insuficientes, su capacidad para operar sin el respaldo de EE. UU. se ha visto disminuida. Los países de la OTAN se comprometieron formalmente a gastar el 2 por ciento del PIB en sus militares en 2014, tras la anexión de Crimea por parte de Rusia, aunque el objetivo se había discutido durante más de una década. Pero ocho países aún no alcanzan ese objetivo, y muchos analistas dicen que incluso eso no es suficiente. Ahora, el presidente Donald J. Trump ha dicho que cree que deberían gastar el 5 por ciento.