Puntos clave:
En el mundo de la educación, las etiquetas pueden convertirse en profecías autocumplidas. Un niño es etiquetado como “problemático”, “difícil” o “un niño malo”, y de repente, esa etiqueta se convierte en su identidad. Pero, ¿qué pasaría si cambiáramos el guion? ¿Y si en lugar de centrarnos en lo que un niño hace mal, nos enfocáramos en lo que podrían hacer bien? ¿Y si viéramos a cada niño no por sus errores pasados, sino por su potencial futuro?
Esto no es solo una cuestión de optimismo; es una cuestión de necesidad. Nuestro sistema educativo y la sociedad nunca han podido permitirse dar por perdido a ningún niño. Cada niño tiene un valor inherente, potencial y bondad. Pero para algunos, simplemente no lo han descubierto aún. Como educadores, padres y miembros de la comunidad, es nuestro trabajo ayudarles a verlo.
Cuando escucho la frase, “No es un niño malo; simplemente no sabe que es un buen niño todavía”, me llega profundamente. He visto a demasiados niños a los que se les ha dado por perdidos, cuyo potencial ha sido enterrado bajo capas de negligencia, incomprensión y a veces rechazo directo. Estos niños no son “malos”; solo están perdidos y necesitan orientación para encontrar el camino de bondad que hay dentro de ellos.
En realidad, los niños cumplen–o incumplen–las expectativas que se establecen para ellos. Si un niño cree que es malo, es probable que actúe de esa manera porque piensa que ese es el papel que se supone que debe interpretar. Pero si podemos convencerlos de que son buenos y tienen algo valioso que aportar, comenzarán a verse a sí mismos bajo una nueva luz.
Todo comienza con los adultos en sus vidas. Necesitamos ser sus espejos, reflejando el potencial que vemos en ellos. Esto no significa ignorar sus errores o pasar por alto sus malas acciones. Significa abordar esos problemas y centrarse en el crecimiento y la mejora, no en el castigo y la vergüenza.
Imagina un salón de clases donde un estudiante está teniendo problemas de comportamiento. En lugar de etiquetarlo como “malo”, el maestro lo ve como un trabajo en progreso. Reconoce que este estudiante aún no ha aprendido a canalizar su energía o a lidiar constructivamente con sus frustraciones. En lugar de rendirse o recurrir al castigo, el maestro se convierte en un entrenador y mentor, guiando al estudiante hacia mejores elecciones y mostrándole la bondad que hay dentro de él.
Este enfoque no se trata de mimar o bajar las expectativas. Se trata de elevar la vara de manera diferente. Se trata de creer en la capacidad de un niño para crecer, aprender y mejorar. Se trata de comprender que el camino de cada niño es diferente; algunos tardan más en encontrar su camino que otros.
Pero cuando lo hacen–cuando sucede ese momento de iluminación, y un niño se da cuenta de que no es un “niño malo” después de todo–es transformador. De repente, están motivados, no por el miedo al castigo, sino por el deseo de ser la persona en la que ahora creen que pueden ser. Comienzan a sentir orgullo por su trabajo, sus relaciones y sus contribuciones a la comunidad. Y es entonces cuando ocurre un verdadero aprendizaje–no solo académico, sino de vida, de carácter.
En nuestras escuelas, necesitamos fomentar entornos donde cada niño sepa que es bueno, incluso si aún no lo han descubierto. Esto significa construir relaciones sólidas y de confianza con los estudiantes, brindar apoyo y aliento constante y crear oportunidades para que tengan éxito de formas que les importen. Significa ser paciente, persistente e inquebrantable en nuestra creencia en su potencial.
Así que, la próxima vez que escuches a alguien decir, “No es un niño malo”, añade: “Simplemente no sabe que es un buen niño todavía”. Y luego comprométete a ayudar a ese niño a descubrir la verdad de esas palabras. Porque cada niño merece saber que es bueno, y una vez que lo hacen, las posibilidades son infinitas.
Dr. George Philhower, Escuelas de Eastern Hancock
Dr. George Philhower es el superintendente de las Escuelas de Eastern Hancock, un distrito rural ubicado al este de Indianápolis. Con cinco años de experiencia como superintendente, George está impulsado por una visión en la que cada estudiante y miembro del personal se despierta ansioso por ir a la escuela cada día. Él cree que esto es posible cuando todos se sienten seguros y valorados, tienen oportunidades de éxito, participan en un trabajo significativo, juegan y aprenden con amigos, y son apoyados por adultos cariñosos. George tiene una licenciatura en Educación Primaria y Educación Especial de la Universidad Cardinal Stritch, una Maestría en Liderazgo Instructivo de la Universidad de Indianápolis, y tanto un Ed.S. como un Ph.D. de la Universidad Estatal de Indiana.
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