Esto no ha sucedido de la noche a la mañana, dice Kenny Yao de AlixPartners, quien asesora a empresas chinas sobre cómo lidiar con los aranceles. Durante el primer mandato de Trump, muchas empresas chinas dudaban de su amenaza arancelaria, le dijo a la BBC. Ahora se preguntan si seguirá la cadena de suministro y pondrá aranceles a otros países. Por si acaso lo hace, el Sr. Yao dice que sería prudente que las empresas chinas miren más allá: “Por ejemplo, África o América Latina. Esto es más difícil, pero es bueno mirar áreas que no has explorado antes”. A medida que Estados Unidos se compromete a cuidar de sí mismo primero, Pekín está haciendo todo lo posible para parecer un socio comercial estable, y hay algunas pruebas de que está funcionando. China ha superado a Estados Unidos para convertirse en la opción predominante para los países del sudeste asiático, según una encuesta del think tank Iseas Yusof-Ishak en Singapur. Aunque la producción se ha trasladado al extranjero, el dinero sigue fluyendo a China: el 60% de los materiales que se convierten en ropa en las fábricas del Sr. Huang en Phnom Penh provienen de China. Y las exportaciones están prosperando, con Pekín invirtiendo más intensamente en la fabricación de alta gama, desde paneles solares hasta inteligencia artificial. El superávit comercial del año pasado con el mundo, respaldado por un aumento casi del 6% interanual en las exportaciones, fue un récord de $992 mil millones. Sin embargo, las empresas chinas, en Jiangsu y Phnom Penh, se están preparando para un período incierto, si no turbulento. El Sr. Peng espera que Estados Unidos y China puedan tener una discusión “amistosa y tranquila” para mantener los aranceles “dentro de un rango razonable” y evitar una guerra comercial. “Los estadounidenses todavía necesitan comprar estos productos”, dijo, antes de irse a conocer a nuevos clientes.
