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El escritor, presidente de la Comisión de Movilidad Social del Reino Unido, es director ejecutivo del Blackpool and the Fylde College
Ben tiene 20 años y vive en un albergue para personas sin hogar en Blackpool. Lo conocí por primera vez cuando me uní al Blackpool and the Fylde College el verano pasado. Me contó cómo le habían pedido que abandonara la casa familiar, terminando en un refugio temporal, rodeado de adultos con graves problemas de drogas y alcohol. Había completado un curso en el colegio antes de que su vida se descarrilara – ahora estaba ansioso por volver a encarrilarse y regresar a sus estudios. Su ambición era conseguir un apartamento y un trabajo decente, y tener una familia “real”.
Esta historia, desafortunadamente, es demasiado común, y una buena ilustración de lo que la política convencional de movilidad social hace mal. Si Ben hubiera tenido más éxito académico, una serie de organizaciones benéficas estarían encantadas de tenerlo en sus programas, ofreciéndole entrenamiento, ayuda con las solicitudes universitarias, entrevistas y visitas, con una red de “campeones” de apoyo y cualquier otra cosa que su entorno no le proporcionara.
Pero él no encaja en este perfil. Y en marcado contraste con las iniciativas de “ampliación de la participación”, que fomentan la entrada a la universidad, el apoyo para personas como Ben es escaso y caótico. El gobierno los llama “Neet” (que ni estudian, ni trabajan, ni reciben formación) y este grupo de casi 1 millón, es decir, uno de cada ocho jóvenes de 16 a 24 años, está creciendo.
No hay una red evidente de organizaciones benéficas que defiendan a los Neet y las intervenciones públicas están fragmentadas. La responsabilidad de identificar y apoyar a los Neet de 16 a 19 años en su educación y formación recae en las autoridades locales, que tienen poca capacidad para diseñar o implementar intervenciones. Mientras tanto, los jóvenes de 19 a 24 años están bajo el Departamento de Trabajo y Pensiones, una agencia completamente diferente con un “servicio” limitado que los dirige hacia el trabajo o la formación. Está muy lejos de lo que estos jóvenes necesitan para comenzar una vida laboral.
En todo el país, habrá numerosos esfuerzos valientes para ayudar. Pero tales iniciativas no cuentan con los recursos de las organizaciones de movilidad social para estudiantes desfavorecidos que tienen habilidades académicas. Incluso si los tuvieran, no hay una forma fácil de abordar desafíos como la desintegración de familias y comunidades.
La era postindustrial ha traído un cambio social generalizado, al que las ciudades han estado mejor equipadas para responder que los pueblos. La antigua noción de “comunidad” no se aplica para muchos.
En Blackpool, hay una fuerte economía turística y signos alentadores de regeneración. Pero también tiene el legado de antiguas casas de huéspedes: las viviendas de múltiples ocupantes y la vivienda privada de mala calidad están subvencionadas por nuestro disfuncional sistema de bienestar. Dejar a su familia hundió a Ben en este mundo turbio: para un joven, una serie de riesgos relacionados con el alcohol, las drogas y el crimen pueden socavar su potencial para tener éxito.
Por lo tanto, las barreras de movilidad social en el Reino Unido son mucho más complejas y difíciles de lo que sugiere el debate principal. En nuestro reciente informe, “Generación de Innovación”, pedimos que las políticas para promover la movilidad social se alineen con los desafíos reales, comenzando por las disparidades geográficas. La educación siempre es importante y no solo para desarrollar habilidades. Las universidades traducen la investigación en aplicaciones empresariales y nuevos ecosistemas que apoyan la empresa en todo el país, lo que mejora las oportunidades de vida locales. Pero no son suficientes por sí solas: la familia y la comunidad son tan influyentes en la formación de los resultados individuales. Este es un gran desafío, pero realmente mejoraría las oportunidades para la mayoría.
Si Ben fuera el único que necesitara ayuda, la nuestra podría ser suficiente. Encontramos a un empleador amable dispuesto a darle una oportunidad. Ahora depende de él seguir asistiendo y ver la importancia de este trampolín. Pero los empleadores de mente abierta solo pueden hacer su parte en un entorno de apoyo.