‘Vamos a indagar en los archivos y contar la verdad’: interrogando las conexiones de Yale con la esclavitud | Libros de historia

The book delves into the connections between Yale University and the slave trade, highlighting the involvement of key figures in sustaining slavery and its ideologies. It also explores the history of Black individuals in New Haven, such as William Grimes, showcasing their resilience and contributions to the community.

Blight’s narrative history of Yale and slavery not only uncovers uncomfortable truths but also prompts reflection on how institutions and individuals reckon with their pasts. The book serves as a crucial step towards understanding and addressing the legacy of slavery in America and its impact on present-day society. Blight destaca una cita de Benjamin Silliman Sr., un profesor de Yale que en 1833 obtuvo una comisión federal para estudiar las plantaciones de azúcar en Luisiana.

A un colega profesor que estaba realizando un viaje de investigación, Silliman escribió: “Abre tus ojos y oídos a cada hecho relacionado con la condición real de la esclavitud en todas partes, pero no hables de ello, escucha y observa todo pero di poco”.

Silliman, según Blight, fue sin duda “un gran científico, a menudo acreditado por introducir las ciencias naturales en los planes de estudio universitarios. Estuvo aquí durante 50, 60 años. Pero cuando encontramos esa cita, pensamos, ‘Dios mío, ese es el epígrafe’. Le está diciendo a su colega: ‘Aprende todo lo que puedas sobre la esclavitud, pero no se lo cuentes a nadie’. Y ese tipo de se convirtió en el modo de pensamiento, o incluso en un modus operandi, tal vez para Yale mismo. Estudia esto, pero ten cuidado al hablar de ello. Una especie de moderación profundamente concertada.

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“Y luego descubrimos que Silliman tenía un asistente de investigación negro, Robert Park, durante unos 30 años, un tipo de aquí mismo en New Haven, que podría haber nacido esclavo. Nunca logramos averiguarlo. Pero te haces una idea de cuán profundamente arraigadas estaban ciertas ideas en este lugar. Y Silliman, tiene una estatua, justo arriba en Science Hill. Y sí, también hay un colegio que lleva su nombre”.

Silliman provenía de una familia que tenía esclavos. Condenaba la esclavitud, pero como escribe Blight, al igual que muchos neoyorquinos, él seguía “atrapado en una memoria que no podía silenciar ni controlar”.

Recientemente, en Yale y en otros lugares, las protestas estudiantiles se han centrado en otras cuestiones, principalmente en la guerra de Israel en Gaza. Pero la esclavitud y su legado siguen siendo crudos y relevantes, especialmente ahora que el regreso al poder de Donald Trump desencadena nuevos ataques a las iniciativas progresistas en los campus, incluidos los intentos de enfrentar el racismo y su lugar en la historia estadounidense.

Las universidades deben proceder con cautela. “Yale y la esclavitud” es una obra importante de historia, pero, como señala Blight, no fue enviada para ser revisada: “No querían publicidad, al principio. Querían ver de alguna manera cuál era la reacción sin ella”.

Cuando se trata del fantasma persistente de la esclavitud, la publicidad puede resultar incómoda. Hace unos años, cuando el colegio Grace Hopper todavía llevaba el nombre de John C. Calhoun, una ventana en su comedor mostraba imágenes idealizadas de esclavos trabajando en campos del sur. Un trabajador negro del colegio tomó un palo de escoba y rompió los cristales. Los reporteros descendieron. Surgió la controversia. El trabajador no fue procesado. Los cristales no fueron restaurados.

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