En las calles de Belfast, donde las tensiones políticas hierven, emerge un trío de raperos irlandeses como héroes improbables. Kneecap, dirigida por Rich Peppiatt, nos sumerge en el corazón de su mundo, un mundo donde el idioma irlandés no solo se habla; se escupe con desafío. Liam Óg (Mo Chara), Naoise Ó Cairealláin (Móglaí Bap) y JJ Ó Dochartaigh (DJ Próvaí) rapean en irlandés, sus letras son un cóctel potente de rebelión y verdad cruda.
La película comienza con una escena de aula, donde los estudiantes recitan una canción tradicional irlandesa, su aburrimiento palpable. Pero en el fondo, dos chicos comparten auriculares, escuchando en secreto los ritmos de hip-hop de Kneecap. El idioma irlandés, una vez casi exterminado, ahora late con vida. La música de Kneecap, controvertida, profana e inquebrantable, se convierte en un grito de guerra para una generación cansada de silencio.
El estilo frenético de Peppiatt refleja el caos de West Belfast, hogar de los “Bebés del Alto el Fuego”. Estos jóvenes, salvados de los horrores de la guerra, luchan con la identidad, las drogas y las estructuras de poder que los atan. Kneecap no es un cuento de riquezas; es un llamado a la autoexpresión. A medida que la película avanza rápidamente, presenciamos su ascenso, sus choques con la tradición y su compromiso inquebrantable con la autenticidad.
Los defensores del idioma irlandés fruncen el ceño ante las travesuras de Kneecap: referencias a drogas, tatuajes traviesos, pero los shows con entradas agotadas cuentan una historia diferente. Cientos de jóvenes gritan letras en irlandés, desafiando la convención. La película no esquiva el consumo de drogas o las complejidades de la preservación del idioma. Es una celebración de la resistencia, un recordatorio de que las palabras pueden encender revoluciones.
La aparición estelar de Michael Fassbender como un papá rapero ausente se siente forzada, interrumpiendo el ritmo de la película. Sin embargo, la autenticidad de Kneecap brilla. Su camaradería, su negativa a ser silenciados, resuena. La película equilibra el drama y el humor, dejándonos con un ethos revolucionario: Di lo que quieras, critica a los poderosos y crea tu tribu. Kneecap no es solo una película; es un himno de batalla para los desencantados, un testimonio del idioma vivo que se niega a ser silenciado.
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