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El apretón de manos con el que Xi Jinping, líder de China, saludó al Primer Ministro del Reino Unido, Sir Keir Starmer, el lunes no fue precisamente cálido. Las imágenes de la cumbre del G20 en Río de Janeiro mostraron a Xi con cara de pocos amigos estrechando brevemente la mano de Starmer, antes de señalarlo con desdén hacia una mesa de reuniones. El breve encuentro ofreció una visión del estado agrio de las relaciones entre el Reino Unido y China.
Los líderes de los otros seis países del G7 han tenido reuniones con Xi desde que la pandemia global se alivió en 2022. La reunión de Starmer fue la primera entre Xi y un líder del Reino Unido desde 2018. No solo han faltado las reuniones; también ha faltado evidencia de una política coherente del Reino Unido hacia Beijing.
El gobierno laborista espera un nuevo comienzo. Starmer quiere forjar una relación “seria y pragmática” con China, al mismo tiempo que “ser claro sobre los temas en los que no estamos de acuerdo”. Le dijo a Xi que desea celebrar una reunión bilateral completa entre los dos países lo antes posible. Xi dijo que Beijing y Londres “abrirían nuevos caminos” en la relación, sin especificar cómo podría suceder esto.
El enfoque amplio de Starmer hasta ahora es bienvenido, incluyendo su promesa de que el Reino Unido será “un actor predecible, consistente y soberano comprometido con el Estado de derecho”. Pero esto no será suficiente para manejar una relación compleja con China cuando Londres esté bajo presión de una nueva administración de Trump que será mucho más beligerante hacia Beijing. Eso hace que sea aún más importante para Gran Bretaña definir sus propias prioridades e intereses.
El Reino Unido necesita, sobre todo, desarrollar una estrategia clara con China. Lo más importante será decidir dónde están sus “líneas rojas” con Beijing. Entonces, el Reino Unido, y su sector empresarial, podrán participar con vigor en todas las áreas que no estén circunscritas por la seguridad nacional y otras preocupaciones cruciales. Una “auditoría de China” en curso en Londres para “entender y responder a los desafíos y oportunidades que plantea China” proporciona un vehículo para tal esfuerzo.
Se requiere un trabajo detallado. El poder de fijación de precios de China en tecnologías como la energía eólica y solar, por ejemplo, hace que la perspectiva de plantas chinas en el Reino Unido sea potencialmente atractiva. Pero la cuestión de cuánto está dispuesto a depender Gran Bretaña de un rival para la infraestructura debe abordarse, junto con el potencial de transferencia de datos desde esas instalaciones de vuelta a China.
Adelantarse a estos problemas podría permitir al Reino Unido evitar el tipo de reversión desordenada que sufrió con las redes de telecomunicaciones instaladas por el gigante tecnológico chino Huawei. Bajo presión de Estados Unidos, Londres decidió en 2020 eliminar las redes 5G de Huawei para fines de 2027, marcando un giro de 180 grados con respecto a la política anterior e imponiendo enormes costos a la economía del Reino Unido.
Existen otras preocupaciones tecnológicas por abordar. China es el principal proveedor mundial y de menor costo de módulos celulares, que facilitan conexiones a internet con una variedad de elementos cotidianos como routers, medidores inteligentes, automóviles, sistemas de fabricación y muchos más. Según investigadores, dichos módulos son vulnerables al malware e incluso a ser apagados por sus proveedores.
Los derechos humanos ofrecen más “líneas rojas”. Starmer planteó con razón el trato al activista por la democracia de Hong Kong, Jimmy Lai, encarcelado en su reunión con Xi. Starmer ha dicho que la liberación de Lai, ciudadano británico, es una prioridad para su gobierno. La marcada divergencia entre los valores del Reino Unido y de China se destacó horas después de la reunión, cuando 45 de los principales líderes pro democracia de Hong Kong fueron condenados a prisión, uno de ellos por 10 años, en el mayor juicio de seguridad nacional en el antiguo territorio británico.
Aun cuando busque preservar los lazos comerciales con China, el Reino Unido debería ser firme en su seguridad nacional y valores. Solo al adherirse a principios fundamentales como estos, Starmer podrá cumplir su promesa de que los lazos del Reino Unido con Beijing se volverán “predecibles” y “consistentes”.
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