El domingo se vieron alrededor de 250 proyectiles disparados hacia Israel desde Líbano, con la mayoría interceptados, mientras que la Fuerza Aérea Israelí ha continuado llevando a cabo ataques aéreos contra presuntas posiciones de Hezbollah y almacenes de armas en Beirut y otros lugares.
El trato incluiría un aumento en la presencia del ejército libanés en el área evacuada por Israel y Hezbollah, según un diplomático occidental que habló bajo condición de anonimato.
El vicepresidente del parlamento libanés, Elías Bou Saab, dijo, citado por Reuters, que ahora no había “obstáculos serios” para un alto el fuego.
Un punto importante de discordia: quién supervisaría el alto el fuego, se había resuelto, dijo, con la creación de un comité de cinco países incluyendo a Francia como miembro y presidido por Estados Unidos.
También ha obstaculizado el acuerdo la insistencia de Israel en su derecho a regresar a Líbano y tomar cualquier acción militar que considere necesaria si cree que Hezbollah está regresando al sur de Líbano al sur del río Litani o preparándose para lanzar un ataque contra Israel.
Esta libertad de movimiento era inaceptable tanto para Hezbollah como para el gobierno libanés, pero se cree que Amos Hochstein, el enviado de Estados Unidos, dejó en claro, mientras viajaba entre los dos países, que había un límite de tiempo para este acuerdo de alto el fuego.
Las preocupaciones sobre cómo se haría cumplir un alto el fuego, dada la debilidad comparativa tanto de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en Líbano (Unifil) como del Ejército Libanés, parecen haber sido disipadas.
Pero luego está el factor interno israelí. El ministro de Seguridad Nacional de extrema derecha, Itamar Ben Gvir, ha recurrido a las redes sociales para expresar su oposición a un acuerdo de alto el fuego, calificándolo de “grave error”. Dijo que ahora, con Hezbollah en retroceso militar, era “una oportunidad histórica” para destruirlo.