Un sorprendente avance de los rebeldes sirios puso fin al largo gobierno de décadas de Bashar al-Assad, con las fuerzas opositoras tomando la capital y obligando al presidente a huir el 8 de diciembre. La revolución siguió a una guerra civil de 13 años, que comenzó después de que Assad aplastara protestas pro democracia, matando a más de medio millón de personas y desplazando a millones más, y enredando a potencias internacionales y sus aliados. Ahora el mundo está observando para ver cómo se moldea el panorama político en Siria después del derrocamiento de medio siglo de la familia Assad. Los interesados en el conflicto y el futuro del país incluyen, por un lado, Rusia e Irán – que apoyaron a Assad – y por otro, EE. UU. y Turquía, que respaldaron a diferentes grupos rebeldes. Aquí exploramos cómo esos países, junto con Israel, han desempeñado un papel en Siria – y podrían seguir haciéndolo.