Un hombre que tiene experiencia en el crimen y la religión, aunque en su caso, no al mismo tiempo, es el Pastor Diego Nascimento, quien se convirtió en cristiano después de escuchar el evangelio de un gángster que sostenía un arma. Al mirarlo, es difícil creer que este jovial ministro metodista wesleyano de 42 años de edad, con una sonrisa lista y hoyuelos, alguna vez fue miembro de la notoria pandilla de crimen Comando Vermelho de Río y manejaba sus actividades en la favela Vila Kennedy de la ciudad. Cuatro años en prisión por tráfico de drogas no fueron suficientes para hacerlo abandonar el crimen. Pero cuando se volvió adicto al crack, su posición en la pandilla se desplomó. “Perdí a mi familia. Prácticamente viví en la calle durante casi un año. Llegué al punto de vender cosas de mi casa para comprar crack”, dice. Fue en ese punto, cuando tocó fondo, que un conocido traficante de drogas en la favela lo convocó. “Empezó a predicarme, diciendo que había una salida, que había una solución para mí, que era aceptar a Jesús”, recuerda. El joven adicto siguió este consejo y comenzó su camino hacia el púlpito. El Pastor Nascimento todavía pasa tiempo con criminales, pero ahora es a través de su trabajo en prisiones, donde ayuda a las personas a cambiar sus vidas, como él mismo lo hizo. A pesar de haber sido convertido por un gánster, considera que la idea de criminales religiosos es una contradicción en términos. “No los veo como creyentes evangélicos”, dice. “Los veo como personas que van por el mal camino y tienen miedo de Dios porque saben que Dios es quien guarda sus vidas. No hay tal cosa como combinar los dos, ser evangélico y ser un delincuente. Si una persona acepta a Jesús y sigue los mandamientos bíblicos, esa persona no puede ser traficante de drogas”.