Durante décadas, el control de Hezbollah sobre Líbano era firme como un hierro.
Con su vasto arsenal, el grupo militante era más poderoso que el ejército nacional del país. Controlaba o tenía influencia sobre las agencias gubernamentales más importantes de Líbano, así como la infraestructura crítica, como su frontera con Siria y el puerto comercial. Casi ninguna decisión política importante podía tomarse sin su apoyo, y ningún partido político podía desafiar seriamente cualquier movimiento que él, o su patrocinador Irán, hiciera.
Pero ese antiguo statu quo ha sido ahora sacudido, un cambio para Hezbollah que ha abierto un nuevo capítulo político en Líbano.
Catorce meses de lucha contra Israel han dejado al grupo musulmán chiíta una vez intocable maltrecho. Los rebeldes derrocaron a su principal aliado en el vecino Siria, el dictador Bashar al-Assad. Irán también se encuentra ahora debilitado, ya que él y sus aliados han sido duramente golpeados por Israel.
Hezbollah está en su terreno más inestable en años, ya que las dinámicas de poder se están reajustando en todo Oriente Medio después de más de un año de guerra y tumulto. Y aunque el grupo sigue siendo poderoso, todavía tiene muchos miles de combatientes y comanda la lealtad de la mayoría de los musulmanes chiítas del país, los analistas dicen que una cosa está clara: la era de la dominación inquebrantable de Hezbollah e Irán en Líbano parece haber terminado.