Cuando la autoridad local de la Sra. Cappé le negó el permiso para mantener al animal salvaje, y al no poder encontrar un santuario que aceptara al enorme animal, se enfrentó a dos opciones. Podía dar el jabalí a una mujer que entrenaba animales para películas con fines de lucro, o Rillette sería sacrificada, ninguna de las cuales ella quería que sucediera. La Sra. Cappé describió a Rillette, a quien acaricia y abraza, como su “mejor amiga”. “Ambas jugamos mucho. Aprendo muchas cosas. Ella sabe sentarse [a orden], acostarse, jugar con perros. Se une a nosotros en paseos a caballo. Duerme con los perros. ¡Es una payasa! Pasa sus días haciendo tonterías para jugar.” Sin embargo, mantener al jabalí significaba que la Sra. Cappé corría el riesgo de enfrentar una sentencia de tres años de cárcel y una multa de 150.000 euros (£127.000). Su apelación a un tribunal francés atrajo la atención mundial. Dijo que recibió llamadas de Alemania, Ucrania, Brasil, Canadá y Estados Unidos mientras luchaba el caso. La historia de Rillette ha sido comparada con un caso en Estados Unidos el año pasado, en el que una ardilla mansa llamada Peanut que tenía una gran cantidad de seguidores en redes sociales fue sacrificada por las autoridades, provocando indignación.
