La agenda de inmigración del presidente Donald Trump ha revelado una verdad crucial pero poco reconocida. La deportación no es unilateral. Requiere un acuerdo entre dos países, uno que está expulsando gente y otro que los está recibiendo.
El presidente Trump convirtió las deportaciones masivas en un tema emblemático de su campaña. En los días desde que asumió el cargo, los agentes del ICE han realizado redadas de alto perfil y enviado aviones militares y chárter con inmigrantes indocumentados de vuelta a sus países de origen.
Esto ha llevado a fricciones diplomáticas: Un vuelo de deportados encadenados a Brasil provocó protestas de su gobierno, y el presidente Gustavo Petro de Colombia se negó a permitir que dos aviones militares estadounidenses con deportados a bordo aterrizaran, desencadenando un enfrentamiento diplomático que llevó a la amenaza de aranceles de Estados Unidos antes de que Colombia finalmente cediera.
Los conflictos demostraron que una cosa es que la administración Trump detenga a inmigrantes indocumentados, y otra muy distinta es deportarlos realmente. Enviar personas a otro país requiere negociaciones bilaterales, y, en la última semana, bastante presión diplomática.
La administración Trump también parece estar trabajando para fortalecer su influencia diplomática. El miércoles, el presidente anunció planes para establecer un campo de detención en la base militar de Guantánamo Bay, Cuba.
“Temos 30,000 camas en Guantánamo para detener a los peores criminales ilegales que amenazan al pueblo estadounidense”, dijo el presidente Trump. “Algunos de ellos son tan malos que ni siquiera confiamos en que los países los retengan, porque no queremos que regresen, así que los enviaremos a Guantánamo”.