4 de julio de 2024: Democracia al borde

Nací en 1938 en Houston. Soy cinco años mayor que Joe Biden. Crecí durante la Segunda Guerra Mundial, a veces llamada “la última buena guerra”. Recuerdo las sirenas de alerta aérea, los apagones (todos apagaban las luces y bajaban las persianas en caso de un ataque de aviones enemigos), guardar trozos de metal para reciclar en balas. La fotografía familiar más antigua que tengo muestra a mi hermano mayor, a mi hermana mayor y a mí agitando enérgicamente banderas americanas. Estaba inmerso en el patriotismo y el amor por el país. Mi madre era una inmigrante de Besarabia que no toleraba una mala palabra contra el país que acogió a su familia.

El patriotismo corre por mis venas.

En mis días de escuela, aprendimos solo la versión positiva de la historia de Estados Unidos. Se omitieron todas las cosas malas. Como estudiante universitario, de posgrado y adulto, aprendí sobre el lado oscuro de la historia de nuestra nación. Aprendí sobre masacres raciales, linchamientos, el trato brutal a los pueblos indígenas y el mal uso del poder militar.

Sin embargo, todavía soy un patriota. Todavía creo en la promesa de América y la importancia de la democracia. Conozco las decepciones y traiciones del Sueño Americano, pero aún así estoy dedicado a él.

Por eso es tan repugnante ver a Donald Trump, un hombre sin principios, carácter o ética, postulándose para Presidente. Es repugnante ver a un hombre tan egoísta y narcisista envolverse en la bandera americana. Es repugnante ver a un hombre que profesa admiración, incluso amor, por los peores tiranos del mundo, postulándose para Presidente como su mejor esperanza para evitar la prisión. Y es aún más repugnante saber que millones de personas creen sus mentiras.

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Además, está la amenaza que representa una Corte Suprema descontrolada. Seis republicanos radicales están despedazando nuestra Constitución. En sus audiencias de confirmación, prometieron respetar el precedente y el stare decisis, pero ahora, en posiciones vitalicias, desmantelan los derechos de las mujeres, limitan el poder del gobierno para proteger la seguridad pública y desgarran el principio básico de la Constitución de que “nadie está por encima de la ley”. Resulta que el Presidente está por encima de la ley. Según los seis jueces radicales, puede encarcelar o asesinar a sus rivales políticos como parte de sus “deberes oficiales”. Nos gusta pensar que eso no puede suceder aquí, pero estamos al borde de perder lo que valoramos.

No es un feliz Cuatro de Julio. Las amenazas a la democracia son claras, presentes y ominosas. Depende de nosotros salvarla votando y consiguiendo que nuestra familia, amigos y vecinos voten en noviembre.

Esperemos poder celebrar un nuevo estallido de libertad y el estado de derecho en 2025.