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Donald Trump nunca ganará el premio Nobel de la Paz. Pero debería ser un fuerte candidato para el premio Carlomagno, que se otorga cada año a la persona que ha realizado la mayor contribución a la unidad europea.
El presidente de Estados Unidos ha cortejado a Rusia, socavado la fe en la alianza de la OTAN, amenazado a la UE con aranceles y fortalecido la extrema derecha en Europa. Todo esto ha tenido un efecto galvanizador en la UE. Pasos fundamentales hacia una mayor unidad europea, estancados durante décadas, están en marcha.
Hay tres áreas clave a tener en cuenta. La primera es la defensa europea; la segunda es la deuda europea conjunta; la tercera es reparar la brecha entre el Reino Unido y la UE.
Los dramáticos cambios en la opinión pública europea respaldan estos desarrollos. Una encuesta de la semana pasada mostró que el 78 por ciento de los británicos consideran a Trump como una amenaza para el Reino Unido. Alrededor del 74 por ciento de los alemanes y el 69 por ciento de los franceses están de acuerdo. En otra encuesta, Francia fue calificada como un “socio confiable” por el 85 por ciento de los alemanes y Gran Bretaña obtuvo un 78 por ciento, mientras que Estados Unidos se encuentra en un 16 por ciento.
Muchos líderes europeos coinciden en que la América de Trump es ahora una amenaza, aunque pocos lo dirán en voz alta por razones diplomáticas. También son conscientes de lo incómodamente dependientes que son del apoyo militar estadounidense trasatlántico, ahora en su octava década. Esto no es solo una cuestión de dinero. Las dependencias realmente peligrosas son en la tecnología y armamento estadounidenses.
Los europeos pueden ver cuántos problemas tienen los ucranianos después de la decisión de la administración Trump de cortar los flujos de inteligencia y armamento. Por lo tanto, están siguiendo una política de dos vías. Necesitan retrasar la interrupción del apoyo militar estadounidense a Europa tanto como sea posible, mientras se preparan para ese momento lo más rápido posible.
Esa fue la lógica detrás de la decisión de la semana pasada de permitir a la Comisión Europea recaudar €150 mil millones para gastar en la industria de defensa de la UE. El nuevo gasto probablemente se concentrará en áreas donde los países europeos son particularmente dependientes de Estados Unidos, como la defensa aérea.
La emisión de deuda europea común no es solo una forma de recaudar dinero para la defensa. También ofrece la oportunidad de fortalecer el euro como una alternativa al dólar como moneda de reserva global. La volubilidad de la administración Trump significa que hay un considerable apetito global por una alternativa a los bonos del Tesoro de Estados Unidos como activo seguro.
El tabú contra la deuda europea común es tradicionalmente fuerte en la frugal Alemania. Fue parcialmente roto durante la pandemia. Ahora es probable que sea barrido. Friedrich Merz, quien será el próximo canciller de Alemania, también está avanzando para eximir el gasto nacional en defensa e infraestructura de su país de los límites constitucionales de déficit. Su prudencia fiscal pasada significa que Alemania tiene mucho más espacio para endeudarse que Francia o Gran Bretaña, altamente endeudadas.
Una forma de keynesianismo militar podría reactivar la mayor economía de Europa. Como me dijo un destacado empresario francés, con un toque de ambivalencia: “Es muy claro. Los alemanes no pueden vender sus coches. Así que harán tanques”.
El último favor de Trump a Europa es acelerar el acercamiento post-Brexit entre la UE y el Reino Unido. Sir Keir Starmer y Emmanuel Macron, los líderes británico y francés, han trabajado juntos estrechamente en Ucrania. Podrían formar un poderoso trivirato con Merz.
Un mecanismo para aumentar el gasto militar sería un nuevo fondo europeo de defensa, en el que el Reino Unido podría participar. Esto tendría la virtud añadida de brindar al Reino Unido y a la UE una nueva forma de cooperación que evita volver a abrir la caja de Pandora del Brexit.
La perspectiva de reparar parte del daño causado por el Brexit subraya que este no es solo un momento de amenaza para Europa. También es un momento de oportunidad. Europa puede ofrecer ahora un entorno empresarial más estable que la América de Trump, lo que ya puede reflejarse en el rendimiento relativo de los mercados de valores en Estados Unidos y Europa.
A medida que la administración Trump intensifica su asalto a las universidades estadounidenses, también hay una oportunidad para atraer a destacados investigadores a Europa. La brecha en los salarios y en el dinero para la investigación entre América del Norte y Europa es grande. Pero las cantidades totales de dinero involucradas son pequeñas, en comparación con las sumas que se manejan para la defensa.
Habrá muchas desacuerdos y contratiempos en el camino hacia una mayor unidad europea. Francia y Alemania ya están chocando sobre cómo el nuevo fondo europeo de defensa gastará su dinero.
Cada choque como ese alimentará el escepticismo de aquellos que dicen que Europa nunca logrará unirse. Hubo dudas y contratiempos similares en el a menudo accidentado camino hacia el establecimiento de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero original en la década de 1950 y la moneda única en la década de 1990. Pero los líderes europeos lo lograron al final porque el imperativo político de ponerse de acuerdo era abrumador.
Todos los grandes avances en la unidad europea han sido causados por conmociones geopolíticas, primero el fin de la Segunda Guerra Mundial; luego el fin de la Guerra Fría. Ahora, cortesía de Trump, estamos viendo el fin de la alianza transatlántica. Europa respondió con fuerza e inventiva a los dos últimos grandes desafíos. Puede hacerlo de nuevo.
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